La cercanía de sus labios oscurecen sus habitaciones. El sudor ahoga toda posibilidad de captar los cambios de temperatura que se generan entre una grieta y otra y ya no se escucha el reventón de sus olas en sus rocas diamantinas.
La llaga se mostrará fresca cuando todo lo llene un suspiro. Se tuerce un poco la línea de la comisura. La desdicha siempre crecerá, cual sempervivum, sobre líneas azules donde otrora cruzara el iris fundido de sus azulejos.