lunes, 24 de junio de 2013

Cuán poco cuesta correr el velo. El curioso comportamiento de dos seres que se aman encuentran su epítome en el momento en que se alejan lo suficiente como para revelar sus grietas. Sólo así se devela el misterio, las inseguridades, sus llagas. 
La cercanía de sus labios oscurecen sus habitaciones. El sudor ahoga toda posibilidad de captar los cambios de temperatura que se generan entre una grieta y otra y ya no se escucha el reventón de sus olas en sus rocas diamantinas.
La llaga se mostrará fresca cuando todo lo llene un suspiro. Se tuerce un poco la línea de la comisura. La desdicha siempre crecerá, cual sempervivum, sobre líneas azules donde otrora cruzara el iris fundido de sus azulejos.