"...entre el aburrimiento que supone estar haciendo algo que no me gusta versus lo que desearía estar haciendo, ni cuenta me doy cuando de pronto estoy navegando azarosamente por internet. Y veo noticias, me sumo a cuestiones políticas, miro videos, leo algún asunto relacionado con la (anti)psiquiatría, discuto algo, me sumerjo en alguna novela, cliqueo por aquí y por allá, pormenorizo en tal y tal cuestión. Etcétera. Sin mucha noción.
Así m...ismo
estoy también algunas noches en que sin poder conciliar el sueño y
recostado sobre la cama miro la biblioteca a mis pies y, sin tener
certeza de lo que verdaderamente quiero, me desespero tratando de dar
con un libro que me satisfaga, con un título que le ponga nombre a esa
vacuidad. Es que como la escueta realidad de estar en una oficina sin
poder darle rienda suelta a cuestiones que van más allá de un simple
capricho lúdico o administrativo (hablo de lo lúdico más bien como lo
"creativo", si cabe), y esto solo lo supongo, mi cabeza permanece en una
inercia cuyas irresueltas volteretas me mantienen sin poder apagar los
ojos. Como una segunda marcha.
"¿Estás
bien?", me preguntan, y allá abajo mis piernas brillan como dos manojos
frescos a los pies de la cama. El polvo navega en torno a la ampolleta.
Honestamente, no había notado este paralelo sino hasta ahora.
Lo administrativo me borra del mapa y cuando llega la hora de administrar yo mis impulsos todavía estoy como una bolita rebotando en la ruleta. Quisiera pegar los ojos y al rato abrirlos frescamente.
Murió Galeano, me cuentan. Y he vuelto a desarmarme.
La semana pasada un operario de esta empresa se encargó de hacernos reír en el bus de acercamiento. Primero viajaba en los asientos traseros, luego pasó a los delanteros y el bus se deslizó por el pavimento lleno de carcajadas.
"¡Nos vamos a la playa, muchachos!", gritó. "¿Lleva bikini, compañera?" "¿No?" "¿Le presto el mío?". Y así.
Todo es inconexo."
Honestamente, no había notado este paralelo sino hasta ahora.
Lo administrativo me borra del mapa y cuando llega la hora de administrar yo mis impulsos todavía estoy como una bolita rebotando en la ruleta. Quisiera pegar los ojos y al rato abrirlos frescamente.
Murió Galeano, me cuentan. Y he vuelto a desarmarme.
La semana pasada un operario de esta empresa se encargó de hacernos reír en el bus de acercamiento. Primero viajaba en los asientos traseros, luego pasó a los delanteros y el bus se deslizó por el pavimento lleno de carcajadas.
"¡Nos vamos a la playa, muchachos!", gritó. "¿Lleva bikini, compañera?" "¿No?" "¿Le presto el mío?". Y así.
Todo es inconexo."
No hay comentarios:
Publicar un comentario