domingo, 26 de agosto de 2012

lo único que me alegra de ir a lugares como esos es ver una mujer, no importa cuan alejada esté, no importa cómo esté vestida ni cómo sea su apariencia, bailando de la forma que sea y con quien sea. lo comento ya que eso es lo que se espera en un lugar en el que la mayoría de los que asisten lo hacen como a una fiesta de disfraces. no hablo de cuestiones estéticas, solamente.
pienso que la diversión debe actuar en función de lo mismo, de la diversión por la diversión, de ser y explorar ese lado natural donde todo se funde sin obstáculos ni prejuicios, o bien, ser una diversión que no esté obligada a desplegarse tras haber tenido una semana laboral estresante, o tener penas de amor, culpas, o por sencillamente sentirse acosado por este mundo. emborracharse, en ese sentido, en lugar de derribar el muro de todo pudor y salpicar a todo el mundo con su repetida y desagradable cantinela de la vorágine, debería ser un destello de alegría que se recordara sin problemas al día siguiente. alguien dirá que si la reacción, si esta energía, es tan necesaria y vital en la higiene mental, saldrá a flote como sea, pero antes cabría preguntarse cual deseo necesita emergencia y qué es lo que esencialmente necesita el hombre, o bien, definir si acaso verdaderamente nuestras vidas llevan por añadidura todas las situaciones que actualmente nos oprimen. esto trae a la memoria la cita de Heráclito cuando dice

"armonía de tensiones opuestas, como la del arco y la lira..."

 lo cual serviría para entender(se) un poco mejor al respecto, en esto de definirse, en tales circunstancias, como genio apegado a su ley o como un loco desatado. sería bueno, entonces, estar parado sobre esta idea como un borracho que ve -doble, además- y controla este doble juego en el que, por ejemplo, la fuerza y acecho de un amor insano, una vida injusta y sus problemas cotidianos, no compensan la posibilidad de "estar bien" o, en último caso, de estar atentos al devenir.

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