el oro del tiempo.
Cuánto no me he sacrificado para saber diferenciarlo y sin embargo
caigo ante una sonrisa.
Qué poco vale esta riqueza interior cuando la belleza mínima y simplificada,
esa luz a punto de desaparecer en el pecho, titila entre mi palabra y mi lengua.
Al paladar se siente pétalo de rosa con el dibujo de una mañana;
la tersa nube que corre sobre el caudal colmado de cadáveres de árboles
arrancados del bosque de los frutos
se precipita sobre mí
Y llevo mi boca a la línea de tus piernas, ensayando
una mascada hambrienta al borde de la locura
Mi conciencia ya no me protege de esta manzana
de este bosque teñido de luz y de sombras
sin origen
sin origen
sus hojas circulan por una avenida intransitable
nadie ayuda cruzarla,
pienso en gritar
pienso en gritar
Hacer que corra mi voz por cada uno de esos surcos,
que se ondee la línea de su caudal
¡Que se devuelva tu boca hasta mi orilla!
que se ondee la línea de su caudal
¡Que se devuelva tu boca hasta mi orilla!
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