se encargará del engaño
(dibujando máscaras de polvo con un dedo torcido)
y así, impregnarse de todo lo mundano
siempre me obligará a
no escrutarlo
a colgar todo detrás de la puerta
para llegar más tarde,
apagadas las luces,
directo a un escritorio, abrir todos sus cajones y
adolecer de lo que
suspira dentro.
A partir de 3, reniego al son de cuadros
y fotografías
de toda distancia
de toda soledad cercana a esa
obsolescencia,
y desaparezco
creyéndome un punto
ya en el fin de cada uno de sus nombres
Gritando para escuchar el tono de mi propia voz.
Gritando para escuchar el tono de mi propia voz.
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