jueves, 22 de noviembre de 2012

Amar a las mujeres, disfrutar de su conversación y de la sutileza que emana de su andar, de su gestualidad y sensualidad, tanto del candor de su felicidad como de su timidez, dada esta por inexperiencia o sencilla inteligencia. Si es necesario, desvivirse por tal premio, ahogarse si es necesario en ese mar de naturaleza. Pero no hay nada más oscuro, abismal, o que pase por triste espectáculo, que una mujer que se ha convertido en la negación de su pasado a raíz de algún evento capital de su vida. En una renegada de su forma y su materia que se ha hecho de una máscara para respirar convulsivamente.

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