jueves, 15 de noviembre de 2012

"Lo único que quiero contigo es dialogar, y no fantasear".
Nada más engañoso.
¿Y si ocurre que este es otro artilugio del pensamiento destinado a revertir lo que pudiere tener de real un diálogo REAL?
Dudar es igual a darle la razón. Tendríamos que pensar que acercarse demasiado a la esencia de las cosas equivale a tirarse al vacío y a la decepción.
¿Tendría sentido?
¿Acaso nos protege nuestra propia fantasía de aquello que deseamos pero que convendría no alcanzar?

Es una mentira entonces lo de conocerse entre nosotros en función del "diálogo". Es innecesario el regate. Puede que nos conozcamos de antemano.
De hecho, lo hacemos: nos sabemos atávicos, inconsecuentes, infieles, irresponsables, carentes, y conocedores de nuestras propias fuerzas, robustecidas individualmente en la soledad, en su privilegio...
Es la fantasía del Otro lo único que nos acerca, pues la realidad, o lo más cercano a la verdad, suele ser intolerable...
Mayor fantasía, entonces, o mayor enamoramiento y también mayor compromiso con este Otro, con las cosas inclusive la vida, equivaldría a una mayor negación del rechazo que todo esto produce.

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