domingo, 25 de noviembre de 2012

"Círculo: Hacer deporte, por químicas razones, me sube el ánimo. Lo mismo sucede con tocar guitarra y qué sé yo. El no hacer nada de esto, ya sea por falta de tiempo, por culpa del trabajo, o de las clases, y nuevamente por químicas razones, me lleva a estados depresivos (siempre lo he sido un poco. Yo creo que ya todos saben), y son los que más conozco. Le hago frente escribiendo (aunque no muy bien, cosas impublicables), y leyendo, distrayéndome en esas lecturas, pensando, tocando, atando cabos sueltos, hasta que puedo hacer ejercicio...  El único inconveniente surge cuando, estando con el ánimo bien arriba, quiero escribir, pero no puedo, porque no me sale nada, porque sé que mi creatividad a veces está determinada por mi estado depresivo. El otro problema surge cuando, estando con el ánimo bien abajo quiero hacer deporte, pero no puedo, por trabajo, por no poder realizar todo lo anterior, etcétera, y porque si lo hago sé que me alejaré de esa "creatividad" en la que me siento -en cierta medida- tan a gusto y que aprendí a "querer", con todo el énfasis que se le puede dar a estas comillas. Al margen de que sea el trabajo y mi condición de estudiante la que me arruina el panorama existencial, tal parece que terminé aceptando mi felicidad y mis tristezas y encontré la forma de acarrear todo eso. Se me juzgará quizás un poco oscilante ("huevón zafado", me dijeron cariñosamente una vez), pero lo hago evitando la estupidización, cuidandome de no tocar las puertas de ese umbral. No me considero ni muy inteligente por habermelas ingeniado para llevar todo esto a buenos términos, aclaro, ni tampoco lo suficientemente estúpido como para omitir mis dolores, porque de todas formas a veces siento que, como si se tratara de una lucecita tenue detrás de cada uno de mis estados, tengo lágrimas tanto para la felicidad como para esa tristeza. Es cierto, como quienes ya han dejado de vivir, tengo el peso grave."

No hay comentarios:

Publicar un comentario